miércoles, 16 de diciembre de 2009

Deseo irrefrenable (II)


El día prosiguió. Él estuvo esperado una respuesta a su correo durante toda la mañana. "¡Bah! Debe haberse mosqueado por no quedarme con ella. Seguro que ni siquiera está ya en casa", pensó. Y convencido de ello pudo concentrarse en el trabajo toda la tarde.

Eran sólo 15 minutos los que a aquella hora separaban la oficina de su lujoso chalet. Un tiempo en el que él sólo podía pensar en su bañera de hidromasaje y la botella de cerveza de importación que le esperaba bien fresca en la nevera. Después de una jornada con esos altibajos hormonales y de estrés quería relajarse envuelto y degustando burbujas.

Nada más abrir la puerta del garaje se dio cuenta de que el día no iba a acabar justo como esperaba. Dos hileras de velas recién encendidas marcaban el lugar donde debía quedar estacionado el coche y, junto a la puerta de entrada a la casa, su albornoz colgado de la llave de paso del gas con las zapatillas al pie de los tres escalones de acceso. Una nota en el pomo de la puerta le anunciaba lo obvio: "No entres con otra ropa que no sea ésta. Yo te espero con menos todavía". No quiso negarse. La música de George Michael que oía de fondo auguraba algo especial. Se desvistió y vistió, y se dispuso a entrar de lleno en el juego.

Las velas seguían siendo las protagonistas en el interior de la casa. De repente la asaltó el recuerdo del pequeño tesoro que le aguardaba en la nevera y se desvió del itinerario marcado por la cera llameante. Otro mensaje en la puerta del frigorífico le provocó un escalofrío que le recorrió la columna de arriba a abajo: "¿Qué buscas aquí? Todo lo que necesitas lo tengo yo". A sus pies, los restos de hielo picado delataban que una cubitera seguramente contendría todas las cervezas que guardaba. "¿Tan previsible soy, o es que esta tía ya me conoce?". La curiosidad y el morbo de la situación podían con cualquier otra sensación en este momento.

Retomó el camino de luz. La música se mezclaba con el sonido del burbujeo relajante del jacuzzi. "¿Me esperará dentro de la bañera? No lo creo. Será mejor que entre despacio...". Empujó levemente la puerta entreabierta y pudo verla en la otra punta de la estancia, contoneándose al ritmo de un tema muy sensual. Parecía descalza y vestida únicamente con una camisola de gasa negra. A contraluz, y pudiéndola observar más atentamente que la noche anterior, pudo comprobar que la mujer a quien había rechazado esta mañana era poseedora de un cuerpo escultural. Pero no eran sus curvas, perfectamente definidas, el único atractivo. Sus movimientos, entre coquetos y lascivos, habían hecho que se esfumara de su mente cualquier otro plan que no fuera poseer a esa hembra espectacular en ese preciso instante. Echó mano al cinturón de su albornoz dispuesto a pasar a ataque cuando la autoritaria voz de ella lo detuvo: "¡¡Sshh!! El antifaz que hay en la mesita de tu izquierda. Ahora. Ya has disfrutado bastante con la vista".

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Deseo irrefrenable (I)



Se encontraba en el trabajo, pero sólo era su cuerpo el que estaba frente al ordenador. Respondía correos de forma prácticamente automática mientras su mente volaba para deslizarse bajo el camisón de ella.

Vamos... quédate conmigo. Cógete el día de fiesta tú también...


El eco de esos susurros seguía rebotando en su cabeza. Debía decirle que fue un error irse de casa; que lo único que deseaba era hacerla suyo. Tenía su olor impregnado en la ropa después de abrazarla desnuda antes de marchar, el sabor de su lengua recorriendo sus dientes en ese penúltimo beso... y la herida que le causó en el labio tras el mordisco del último. La excesiva responsabilidad le obligó a dejar atrás a su amante; a esa hembra en celo que pretendía a toda costa someterlo a sus deseos. Y él, ahora arrepentido, imagina cada rincón de su piel bajo la mirada penetrante de ella. Esos ojos dulces que una vez encendidos se tornan insaciables y felinos.

Y de repente se sorprendió escribiendo y describiendo toda esa lujuria en la pantalla, y por un instante quiso despejar el escritorio para ponerla a ella sobre la mesa. Podía verla medio desnuda, casi inmóvil, con una sonrisa pícara en sus labios y un inconfundible gesto que le hablaba sin palabras. “¿Y qué más? Vamos... no te quedes ahí parado. ¿O es que sólo fue un arrebato y me piensas dejar aquí?”.

Su pecho retenía un aire abrasador a la vez que jadeaba en su mente. Sus ojos, anclados en la pantalla y atrapados en los labios hambrientos y en la mirada ardiente de ella. Sus dedos, moviéndose al ritmo de su cadera y los gemidos de ambos. Calcinaba el arrepentimiento fantaseando con una tórrida mañana a su lado. En la cama. O en la cocina. O en la ducha.... Tecleaba sin cesar para evitar pensar. No podía permitirse ni un segundo de razón que parara de repente esta locura. Escribía y escribía, en ocasiones sin sentido, para evitar gritar. Para sustituir esa ardiente necesidad de poseerla con sus manos, de recorrerla con sus dedos, de arañarla, de morderla, de...

Llevado en volandas por la pasión relató una historia ardiente para que ella la encontrara al abrir su correo. No quiso releerla. Ya había arriesgado demasiado utilizando el ordenador de la empresa escondiendo el texto y su calentura, que no pasó desapercibida a una de sus compañeras. Escribió la dirección de ella y lo envió sin pensar si hacía bien, aturdido por lo ocurrido.

Y todavía le quedaban unas horas para llegar a casa...

domingo, 15 de noviembre de 2009

Tu mirada felina



Cerré los ojos una décima de segundo para disfrutarte más intensamente y me encontré con esa mirada felina que desciende por la columna y llega a la rabadilla abrasando todo mi interior a su paso. Un instante en el que la razón se ausenta y las entrañas toman el control del cuerpo, y en el que la mente sólo actúa como la pantalla en la que se proyectan los deseos de la lujuria y la perversión.

Las imágenes de mi mano enredándose en tu pelo, tirando tu cabeza hacia atrás de manera violenta dejando paso a mis dientes para clavarse en tu cuello y...

O llevándote en volandas hasta la pared donde te atravesaré mientras me miras entre sorprendida y deseosa de más para...

O levantando tus piernas para besar tus pantorrillas y descender con mis labios hasta el interior de tus muslos desde donde me muestras que...

Unos fogonazos en los que ya no estás en tus ojos, y te transformas en una tormenta de fuego que me incendia. Sin dejar de moverte sobre mí, apareces y desapareces en cada parpadeo. Y yo juego a la ruleta sin decidirme a hacer el amor con mi tierno y dulce amorcito, o morir hecho cenizas arrasado por mi diosa salvaje...

Poséeme. Deja tus mimos para la mañana...

viernes, 30 de octubre de 2009

Soy tuyo


Esclavízame. No preguntes.
Haz de mi cuerpo lo que te venga en gana.

Sométeme a tu imaginación; a tu lujuria.
Muéstrame el camino para satisfacer tu deseo.

Conviérteme en tu instrumento de gozo
Y extrae con él de ti hasta la última gota de placer.

Y cuando creas estar al borde del último orgasmo
Exprímeme para llevarte aún más alto.

Un poco más.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Quiero desnudarte


Quiero desnudarte.
Toda. Por completo.
Liberar tus pies de los zapatos. Despacio.
Ascender por tus piernas y desabrochar tus pantalones.
Botón tras botón abrir tu blusa. Desenfundarte.
Desenvolver el regalo de tus pechos
y descender para descubrir dónde late ahora tu corazón.

Quiero desnudarte.
Aún más. Por completo.
Zambullirme en el azul de tu mirada.
Diluirme con un beso en tu saliva.
Desvestirte en cada caricia sobre tu piel.
Penetrar en ti. Provocar que ardas
para sudarte y poder recorrer tu cuerpo entero.

Quiero desnudarte.
Todavía más. Totalmente.
Y poder observarte sin ropa.
Sin piel.
Sin armadura.

sábado, 24 de octubre de 2009

Despedida


Sus entrañas como volcán después de la erupción.
Su pecho, un mullido cojín para el reposo.
Sus ojos, brasa del más encendido deseo.
Sus manos, peines sobre su cuerpo agotado.
Sus labios, manantial fresco de vida.

Y una mirada desnuda habló
Antes incluso que sus labios.
Una caricia en su rostro
Trajo la primera ola de frío.
Tres palabras le helaron el vientre
Y congelaron el resto de su cuerpo.

No volveré. Adiós.

viernes, 23 de octubre de 2009

Prefiero imaginarte a verte



Prefiero imaginarte a verte.
Tu mirada atenta a la pantalla,
tu sonrisa pícara cuando piensas
que quieres que te excite, y me lo dices.

Prefiero imaginarte a verte.
Tu respiración a leer mis palabras,
tus dientes acariciando tus labios
preparándolos para un maltrato posterior.

Prefiero imaginarte a verte.
Tu mano descubriendo tus muslos,
tus dedos buscando un placer
reflejado en los párpados que cubren tus ojos.

Prefiero imaginarte a verte.
Tus peticiones hechas aliento ardiente,
tus suspiros pronunciando mi nombre
entrecortados por oleadas de placer.

Prefiero imaginarte a verte.
Tu cuerpo al borde del orgasmo,
la pasión desbordante en tus ojos
que me arrastra contigo al abismo.

Prefiero imaginarte a verte.
Aunque lo que quiero es tocarte,
saborearte,
oírte,
olerte.

Sentirte.

jueves, 22 de octubre de 2009

El manjar de tu cuerpo



Te propones sacarme de mis casillas. Te estiras sobre la mesa del comedor, con ese vestido negro corto. Al principio sólo suspiras. Mueves la cabeza hacia los lados y suspiras. Tus ojos cerrados me advierten que ya imaginas, y yo delante tuyo no puedo hacer otra cosa que admirar el espectáculo.

Tus manos acarician tu vientre. Te quema. Me tienes al lado y deseas que sea yo quien te acaricie; o quien te arranque la ropa; o quien te tome y te folle de manera salvaje. Tu excitación aumenta. Ahora unos dedos siguen el curso descendiente de tus rodillas a tu sexo, mientras que otros llegan a merodear tus pechos. Pero no debes tocarlos. Ese no es el trato. Así que decides desnudarte y mostrarme tu cuerpo de ángel poseído por el demonio.

Tus piernas se abren y tus dedos rondan tu sexo sin rozarlo, sólo para mojarse un poco en la piel que y empapaste. Te los llevas a la boca y, al verte, mi mano no pudo hacer otra cosa que aprisionar mi sexo fuertemente. Emití un gemido claro y audible que provocó otro en ti. Volviste a empaparte de ti y alargaste tu mano hacia mí diciendo:

Ven. Ven a mí. Ven ya

Me acerqué a tus dedos que lamí con sumo cuidado, saboreándolos en mi boca. Mis entrañas palpitaban al ritmo de tu deseo. Admiraba esos pezones desafiantes diciéndome "cómeme". Tus manos desesperadas recorrían tu vientre y tus muslos hasta que me decidí a poseer tu pecho. Me abalancé a por él, tomándolo con ambas manos, presionándolo como si en ello me fuera la vida, lamiéndolo fogosamente, succionándolo, mordisqueándolo... Tu mano agarraba el otro pecho con furia, pellizcando tu pezón mientras con la otra acariciabas mi pelo en señal de asentimiento. Nuestros gemidos aumentaban. Mi sexo deseaba ser poseído pero... No. Eso no llegaría ahora.

Me situé al borde de la mesa y, tomándote por debajo de las rodillas, te acerqué al borde. Conmigo sentado, tus piernas abrazaron mi cuello y suspiraste. Mis labios besaban la parte interior de tus muslos. Tus manos continuaban centradas en esos pechos y mi boca ya necesitaba tu sabor, sentir tu calor...

Recorrí el contorno de tu sexo, para embriagarme antes con su aroma y después besarlo. Un beso largo que la excitación no tardó en convertir en luchas feroces de mi lengua para adentrarse en ti. Y lo hizo, de manera contundente. Tu sabor inundó mi boca que se deshacía en tu sexo mordisqueando tu clítoris tan excitado. Mi lengua revoltosa salía de ti para lamer luego el centro de tu deseo, y entonces mis dedos ocupaban su sitio. Te masturbaban sin contemplaciones, enérgicamente. Se movían en ti de forma maestra a la vez que tu clítoris descubría nuevas sensaciones cubierto por mi boca.

Deseaba que te corrieras. Que toda esta posesión de tu cuerpo te hiciera estallar de placer. Y seguí lamiéndote y masturbándote hasta hacerte llegar al cielo. Hasta que tus piernas me presionaran en pleno éxtasis en el que yo no cesaba de lamerte y darte placer. Hasta que las convulsiones de tu vientre y tus gemidos me dijeron que habías sido enteramente mía.

Hasta que viniste a besarme apasionadamente y tomaste mi miembro en tu mano, y me dijiste con actitud felina: "Deja que te ayude". Y asentí, para ofrecerme a ti en cuerpo y alma.

martes, 20 de octubre de 2009

¿Y si ...



¿Y si me esperaras vestida con una copa de vino y me ofrecieras otra a mí nada más entrar por la puerta?

¿Y si estuviera anclado a tus ojos aunque bebieras de tu copa?

¿Y si con tu mirada me desnudaras por completo?

¿Y si las copas acabaran a nuestras espaldas?

¿Y si te sentaras sobre mí y bebiera el vino de tu boca?

¿Y si tu piel ardiera al contacto con la mía?

¿Y si me dirigieras para entrar en tu cuerpo?

¿Y si la pasión, y no el vino, nos hiciera perder la cabeza?

¿Y mis labios probaran el sudor de tu piel?

¿Y si tus dientes mordieran mi cuello?

¿Y si las copas estallaran en el suelo?

¿Y si ambos nos derramáramos de placer?

…...

¿Crees que el resto del mundo nos envidiaría?

domingo, 18 de octubre de 2009

Tu aliento


Y tu aliento me poseyó. Sólo con un beso entraste en mi cuerpo y te mezclaste en mi sangre. Desde ese momento perdí en control. Mis labios se desvivían por saborear los tuyos y mi lengua comenzó a luchar con la tuya. No había razón. La mente teñida de blanco, o quizá de un rojo apasionado no podía dominar un cuerpo que sólo obedecía las órdenes de las entrañas.

Ya la boca invadía tu cuello a dentelladas cohibidas por miedo a lastimarte. Cuatro manos torpes, aceleradas, ansiosas desnudaban nuestros cuerpos a toda prisa. Calor. Necesitaba tu calor por toda mi piel y no tardé en tenerlo. Mi vientre en contacto con tuyo, tus senos contra mi pecho y el centro de mi deseo rozando tu entrepierna. Y volví a alimentarme de tu aliento que me pedía incendiar todo mi cuerpo.

Y me dejé hacer. Me abandoné a tu deseo para ser lienzo de tu arte. Disfruté de los trazos primeros de tus dedos sobre mi pecho, de cómo repasaste los contornos con tus labios en mi vientre, de la plenitud del paradisiaco paisaje reflejado en tu mirada, de la explosión de colores al poseer mi sexo en tu boca. Y todo ello acompañado de la música de nuestros gemidos y de mis caricias en tu pelo, en tus brazos, en tus manos. Manos que se entrelazaron con las mías al elevarme y hacerme volar más allá de la realidad.

Y luego, más aliento. Más de ese alimento de tu boca del que nunca hay suficiente. El que me ha convertido en un ser insaciable

viernes, 16 de octubre de 2009

Equilibrio


Busco un punto de medio
para disfrutar de una cena
y del sabor de tus pechos.

Busco el equilibrio
para adentrarme en tu alma
y tu cuerpo ardiente.

Busco igualar la balanza
y disfrutar de tu boca
risas alegres y jadeos apasionados.

Sólo busco conocerte
para admirar a la persona
poseída por el diablo que me prende.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Mi postre preferido


Lo dijiste de manera inocente al ver una noticia en la tele, como quien no quiere la cosa. “A mí me ponían chocolate caliente en el pecho para aliviar los ataques de asma”. Pero tu mirada tornó tu rostro siempre angelical, y sólo por un segundo, en la cara de una diablesa hambrienta de mí. Nada más decirlo ya te estaba imaginando estirada en la mesa de mi comedor vestida con ropa interior blanca y con una venda del mismo color cubriendo tus preciosos ojos negros.

¿A esta temperatura te gusta?

Introduje mis dedos índice y corazón en la jarra que empuñaba con mi mano derecha y los deslicé, ya cubiertos de dulzor amarga, por tus labios. Tu lengua salió a recibirlos con el único objetivo de provocarme y excitarme aún más si era eso posible. La temperatura era lo de menos porque ya sabías que, fuera la que fuera, nunca podría superar la tuya.

Dibujé un círculo marrón, casi negro, alrededor de tu ombligo. Tú respiraste hondo e inmediatamente mi boca hizo que desapareciera el chocolate que acababa de verter sobre tu vientre.

Pero... no es ahí donde te lo ponían, ¿verdad?

Así que dejé caer un charco en el pecho, por debajo de tu cuello y entre tus senos. Posé la jarra en la estantería, me senté sobre ti y repartí el chocolate con mis manos. Primero por toda esa piel que mostrabas, masajeando suavemente hasta tus hombros y tu cuello. Luego, deslizándome bajo tu ropa interior, sin quitártela. Cubriendo tus senos y sintiendo esos pezones desafiantes entre mis dedos. Y una vez terminé, fueron mi lengua y mis labios los que se encargaron de limpiar el estropicio provocado por mis torpes manos que, esta vez sí, decidieron descubrir tus pechos ahora más dulces que de costumbre. Fue una tarea complicada, porque a mis lametones y succiones le seguían caricias que volvían a impregnar de chocolate tu piel, y yo... no podía permitir que quedara ni una sola gota sobre ella. Mis manos y boca tropezaban, y tu aliento parecía más excitado por momentos, quizá debido al ligero roce de nuestros sexos.

Decidí coger de nuevo el chocolate y regar ahora entre tus piernas. El contraste del blanco y el negro resultaba tan apetitoso, que no lo pensé un instante y me abalancé a saborear todo lo que me ofrecías. Tus gemidos eran ahora mucho más audibles, y el deseo desmedido te desbordó haciendo que no pudieras seguir dejando que fuera yo el único encargado de dar placer.

Te levantaste, ya a ojos descubiertos, y me besaste apasionadamente a modo de relevo. Tomaste la jarra de mi mano para pasar tú a dominar la situación y quedar sobre mí teniendo una visión privilegiada de mi miembro totalmente enhiesto, pasando a estar yo bajo el cielo de tus nalgas. Comencé a acariciarte los muslos a la vez que tú me atrapaste con una mano y tu lengua comenzó a recorrerme de abajo a arriba y, una vez me encumbraste, comencé a sentir cómo el calor húmedo y amargo me cubría. Vertías chocolate sin fin mientras lamías, y lamías, y lamías... Y yo no podía detenerme y, entre gemidos, buceaba entre tus piernas para saborear de ti los restos de chocolate que traspasaron tu tanga y que buscaba tan profundamente como me era posible.

Y seguimos así hasta no dejar una gota. Hasta saciar tanta hambre que teníamos. Hasta saber que el otro había quedado totalmente satisfecho. Hasta entregarnos del todo y sentirnos llenos.

lunes, 12 de octubre de 2009

Hambre de deseo



Hoy abro de nuevo la caja de Pandora
y mi piel vuelve a cubrirse con tu otra piel.
Mi nariz vuelve a rozar tus pechos
y mi vida se detiene para estar contigo.

Al morder la costura del fino camisón
tu sabor inunda mi boca. Me calas.
Al inspirar hondo tu aroma me penetras
y siento como tu sudor acaricia mis poros.

Muero. Mi corazón se detiene al besarte.
Mi alma se eleva al tenerte en mi aliento.
Tu perfume me envuelve, me enloquece
y provoca mis suspiros entre tus piernas.

Y revivo en el vacío, desesperado.
Lleno de ti y en ausencia de tu cuerpo
recordando tus palabras, tan vivas:
"Nunca nadie me había hecho sentir tan mujer como tú"

miércoles, 29 de julio de 2009

Si llego tarde...


Si llego tarde, no me esperes.

Vístete para mí. Escoge el raso.
Mírate en el espejo. Siente como te abrazo.
Unas gotas de perfume sobre tu pecho,
tu cuello, tus muñecas, tus muslos...

Ve al piano. Siéntate. Destápalo.
Siente el tacto de tus teclas en tus dedos.
Su calidez. Su suavidad.
Como la tela entre tu vientre y mis manos.

Toca lentamente. Dame tiempo a llegar.
Mientras, tus hombros serán mi presa.
Mis besos y mi aliento sobre ellos
harán que tus tirantes caigan rendidos.

No pares. Cierra los ojos. Siénteme.
Mis labios en tu cuello. Y los tuyos, suspirando.
Mis manos rozando tus piernas
que se abren poco, a poco, a poco, a poco...

Si llego tarde, no me esperes.
Que sean tus manos las que sigan la música.
Que tu cuerpo se estremezca en cada roce de tu piel.
O de la mía... porque ya estaré allí.

domingo, 26 de julio de 2009

¿Te imaginas?

Quiero convertirme en un manto de gasa
para atrapar por completo tu cuerpo.

¿Te imaginas?

Una suave caricia en los dedos de tus pies.
Un leve roce que asciende por tus tobillos.
Un abrigo cálido que besa tus pantorrillas.
Un tacto sedoso que rodee tus muslos.
Un pliegue inquieto mimando tu entrepierna.
Una brisa de tela erizando la piel de tu vientre.
Un aliento ardiente cubriendo tus pechos.
Un suspiro de deseo que invada tu cuello.
Un beso de tul que no abandone tus labios.

sábado, 25 de julio de 2009

Disfrutemos

Quitémonos las máscaras. Hoy nos desharemos de nuestros personajes y quedaremos el uno ante el otro como lo que somos; como lo que sentimos y buscamos. Lancémonos al vacío y permitámonos sentir nuestros cuerpos sin disfraces.

No dejes de mirarme. Me encantan tus ojos. Me pierdo en ellos. Mírame desde donde estás sentada y no pierdas detalle. Me gustaría ser yo, pero la distancia no me permite desabrocharte la blusa. Hazlo despacio. Sintiendo cada uno de los movimientos y roces, sin perder de vista mis ojos.

Acaricia tu vientre, pero no cierres los ojos todavía. Hazlo con la yema de tus dedos y asciende hasta tus labios para meter uno de ellos en tu boca. Siéntelo bien, pero no apartes tu mirada. Sigamos juntos.

Desciende por donde viniste. Acaricia con tus dedos húmedos la piel que anhelo. Y al llegar a tu pantalón y querer colarse en él, cerremos los ojos. Yo te imaginaré recostada en esa silla, con la blusa abierta igual que tus piernas. Y tu mano entre ellas. Me acariciaré, te tendré conmigo y me dormiré soñando tu cuerpo, y espero que tu disfrutes de nuestro momento por primera vez... O no.

Tranquila. Nadie nos ve

viernes, 24 de julio de 2009

Dulce espera


Lo tienes en tus manos. Tú mandas porque así lo acordamos. Me miras fijamente, sin pestañear, sosteniendo la taza en tus manos. No lo soporto. Me pides lo que tanto me cuesta. A veces creo que te encanta verme sufrir; que te gusta ser cruel conmigo. Sólo cuando llega el momento en el que me liberas disfruto de haber retenido todo el deseo para dártelo en un sólo gesto.

Sigues delante mío. El uno sentado frente al otro. Desnudos. Con tus piernas sobre las mías abrazando ligeramente mi cintura. Con mis manos en mi espalda, sin poder tocar siquiera tus pies. Con tus ojos en los míos, y la taza sobre tu pecho con el chocolate a punto de ser servido.

“Sólo cuando vaya a llegar a mi pezón, ¿de acuerdo?”


Es la tercera vez que lo repites. El momento está cerca. Inspiras. Veo que tu piel se eriza. Parpadeas. Y dejas caer el chocolate sobre tu pecho. Mis manos abandonan mi espalda y mis ojos los tuyos para centrarse en tu seno. El objeto de mi deseo. Lo observo. Lo admiro. Intento adivinar como va a moverse mi amo. Veo como dos brazos se adelantan al resto de ese cuerpo dulce. Están llegando, pero dejan a tu pezón en medio, como queriendo abrazarlo...

Levanto la mirada. Tus ojos me están pidiendo que lo haga. Que mis labios te saboreen dulce y amargamente. Lo deseas, y estás tan impaciente como yo momentos antes, cuando mis manos no podían liberarse. Respiro hondo. Tus labios se entreabren. Mis párpados bajan. Mis manos atrapan tu seno delicadamente. Los pulgares acarician el contorno de tu pezón. Mi lengua lo corona, y lo desciende en círculos. Mi boca lo envuelve. Los sabores se mezclan y estallan. Y nuestros gemidos, pronunciados al unísono, son el preludio de una dulce noche de sexo.

martes, 21 de julio de 2009

Instantes (II)



Instantes

Las manos pierden el rumbo, el fuego estalla y abrasa
los labios bajan y bajan...perdiéndose más allá del vientre.


Respiración entrecortada. Suspiros encerrados.
Tu labio atrapado entre tus dientes.
Tus labios recorridos por mi lengua.
Besados. Lamidos. Explorados.
Incursiones en ti. El sabor de tu calor.
Caricias en tu vientre. En y entre tus piernas.
Besos en tu deseo. En tu pasión palpitante.

Gimes. Suspiras. Pides.
Atrapo. Mordisqueo. Succiono.
Acaricias. Gritas. Ardes.
Entro. Provoco. Doy.
Asientes. Arqueas. Estallas.
Disfruto. Absorbo. Abrazo.
Vuelas. Vuelo. Satisfechos.

lunes, 20 de julio de 2009

No tengas prisa

- No me esperes. Ya llegaré a casa, ¿vale?

Se lo dijo mientras la veía desaparecer entre la gente de la discoteca. Aquellas palabras se abrían paso entre los dientes de Sonia. Reía. Y a Mónica no le supo mal porque sabía que estaba muy colgada de Sergio. Los observaba mientra bailaban en la pista: como ella se movía de manera provocadora mirándolo, como bajaba los ojos cuando él la encontraba, como Sergio se mordía el labio inferior cuando Sonia le daba la espalda... Vio todo el ritual desde la barra y se vio reflejada el día anterior. Recordaba que ayer era ella la reina de aquella pista; que eran sus pies los que dejaban caminos de fuego por donde pasaban.

Entonces nota las manos de Mario recorriendo su silueta mientras bailaban. Sus ojos, los de él, clavados en los suyos, los de ella. Ahora piensa que sí. Que seguramente la mirada de él se dirigía a sus pechos cuando lo perdía de vista, o en el culo al girarse y contonear las caderas con aire provocador. Pero, sobretodo, recuerda el movimiento de sus labios y su lengua cuando cantaba “No tinguis pressa”.

Si te interesa, sabes mi dirección.
Me encontrarás en medio del sueño más húmedo


La dejaba sin respiración, igual que ayer. De camino a casa su mente proyecta un primer plano de la boca de Mario mientras recuerda toda la escena. Los gestos, las manos, la música... pero por encima de todo sus ojos verdes que la desnudaban. Un incendio volvía a invadirla. El aliento se tornaba deseo, los pasos se aceleraban y los dedos, inconscientemente, rodeaban su ombligo con caricias lascivas. Se dio cuenta justo cuando se encontraron con el cinturón que les cortaba la ruta descendente. “¿Dónde estoy?”. Una vez de vuelta a la realidad cayó en la cuenta que estaba justo delante de casa de él.

Puede que estés al rojo vivo pero no te atreves.
No importa que hora sea. Ven a verme.


Dos y media. Mira el portal con el corazón pidiéndole que llame. Se acerca al interfono despacio. El estómago se encoge. Las entrañas ardientes se lo suplican. Su aroma le llega, se siente húmeda y la vergüenza puede más que el deseo. Da media vuelta para irse a casa

Pero nada más dar dos pasos un ruido sordo hace que se detenga a medio camino. Mira hacia arriba y ve como se enciende alguna luz en el segundo. Y un instante después, otra vez ese zumbido que ahora suena a música, pero esta vez acompañada por el “¡clac!” que hace la puerta al empujarla Mónica.

jueves, 16 de julio de 2009

Desátame

Imposible. Esta vez aseguraste bien el nudo y mis manos estaban bien atadas al respaldo de la silla. No pude escapar. En tu cara una sonrisa de satisfacción sabiéndote ama y señora de la situación.

Vestías un babydoll negro con braguitas a juego. Tus ojos se clavaban en los míos y yo .... no sabía si aguantar la mirada o disfrutar de la visión de tus pechos, con esos pezones queriendo atravesar la gasa. Tu cara era la imagen del deseo intenso. Me tenías ante ti, listo para ser tuyo por completo.

Te acercaste a mí, sin rodeos. Con tus manos puestas detrás de mis rodillas y tirando de mí hacia ti conseguiste sentarme al borde de la silla. Tus caricias comenzaron a extenderse por mis muslos, cada vez más cerca de mi sexo todavía flácido .... por poco tiempo. Estabas deseosa de mí. Y esa pasión ardiente hacía que me excitara más, y debido a ello el primer contacto de tus dedos con mi miembro lo hicieron algo más fuerte. Y luego más. Y luego ...

Masajeas mi sexo, mis genitales .... incluso tus dedos rozaron mi ano y te quedaste sorprendida por mi gemido. Acababas de descubrir algo no esperabas. Pero .... ahora no es el momento. Te acercas más a mí, aún de rodillas, mirando mi miembro bien enhiesto ... esperándote. Tu lengua rodea mi glande y comienzas a descender lentamente hasta que mi sexo desaparece dentro de tu boca. Sentir cómo lo rodean tus labios y cómo tu calor lo envuelve .... me excita. Más aún cuando permaneces así, quieta, unos segundos. Tus manos se acercan a mi vientre. Lo acarician ... y yo sin poder corresponderte, impedido por la cuerda que retiene mis brazos a tu espalda.

Tus dedos poseen mi torso desnudo. Liberas despacio mi sexo y tus labios siguen el camino de tus manos. Tu mirada es terriblemente excitante. Y yo me estemezco al notar como tu vientre roza mi miembro y al sentir tu lengua rodear mis pezones. Quiero liberarme. Estoy hambriento de tu cuerpo pero me tienes encerrado en el mío. Pareces leerme el pensamiento porque en ese momento tus dedos se acercan a mis labios. Los rodean, los abren y se introducen en mi boca para alimentarme un poco de ti. Juego con ellos con mi lengua. Intento excitarte al máximo para que me sueltes y así poder dártelo todo, pero hoy te haces fuerte. Te recreas en mi pecho acariciándolo y mordisqueando mis pezones ... y yo que mataría por poder hacer lo mismo con los tuyos.

Acaricias mi cuello. Te sientas sobre mis piernas, con las tuyas abiertas, para ponerte a mi altura. Tu aroma me llega, al igual que tu calor. Te incorporas un poco, lo justo para poner entre mis dientes la cinta que mantiene tu babydoll. "Despacio ...". Con un suave movimiento de mi cabeza hacia atrás logro deshacer el lazo y abrir esa gasa que ya cae por tus brazos dejando tus hermosos pechos al descubierto. Los quiero. Quiero poseerlos.


"Voy a desatarte, pero sólo si no me besas ni me tocas hasta que yo te diga. ¿De acuerdo?". No puedo negarle nada a esa mirada. Aún estando al borde de locura, obedeceré lo que me manden tus ojos. Así que aún abalanzándote sobre mí para desatarme, a pesar de sentir el calor de tus pechos sobre el mío o tener tu cuello a escasos centímetros de mis labios, me retengo. Aguanto hasta tenerte de nuevo a la vista esperando que me pidas ... "Ven. Mi pecho te reclama". Acaricio uno de ellos con mis dos manos, atrapándolo mientras lo admiro. Me acerco a ese pezón durísimo y rosado hasta besarlo. Una y otra vez, abriendo a cada beso más mi boca, apasionándome al sentir tu dulce sabor en mi boca ....

Suspiramos. Mi boca se ensaña con tu pecho y enloquecemos. Succiono, beso, mordisqueo, acaricio, atrapo, ... mientras tú buscas mi sexo para sentirte llena de mí. La pasión se desata. Mis manos conquistan tu cuello seguidas de mis besos; las tuyas me encuentran, me insertan, ... Gemimos y nos movemos desatados. Nuestros alientos se alimentan, mi nombre en tu voz es una bomba estallando en mis entrañas, el sabor de tu piel ardiente una droga. Tu mirada, perdida en mis ojos, la visión de tu paraíso. Del inmenso placer que me hace desbordar de gozo.

martes, 14 de julio de 2009

Solos

De nuevo llego a la cama. La noche me envuelve con tus brazos que pretenden abrigarme una vez más. Y es que desde el momento en que besé tu piel, su veneno entró en mi cuerpo para quedarse eternamente y encederme al contacto con las sábanas.

Son tus ojos la primera imagen de ti. Sus pupilas rebosantes de deseo que me muestran tu fiera a punto de desatarse. "Vamos .... ven a mí.". Mi mano hecha tuya apresa mi sexo. Tu mirada me atraviesa para dejarme atado al colchón. "Ven. ¿A qué esperas? ¿Por qué no te mueves?".

Imagino que me imaginas. Te veo en tu cama, entéramente desnuda, con tus dedos explorando suavemente tus pechos, tu vientre ... Y en tu mente es mi lengua la que te recorre, siendo esa la única parte de mí que te toca. Los besos acompañan. Tu ombligo se convierte en mi descanso. Lo rodeo, lo acaricio, lo mimo, lo observo ... y veo como tu cadera se eleva ligeramente, y tus piernas abriéndome paso.

No hay más besos. Tu olor me llama. El infierno que arde entre tus piernas me grita y acudo. En tu mente, ya me pierdo en tu sexo. Mis dientes se incrustan en tu ingle. Mi lengua te recorre llevando a mi boca tu intenso sabor. Mis labios deseosos beben desesperados de ti. Mis manos, ávidas de tu cuerpo, recorren tu vientre, tus muslos, tu cadera, ....

Mi lengua explora cada rincón oculto. Te busca y se entrega a tu placer, rendida. Mis dedos, sedientos, necesitan de ti. Se acercan hasta adentrarse y encender aún más tus entrañas y mi boca, desplazada, se centra en excitarte; en volverte loca rodeando, atrapando, mordisqueando y succionando toda tu pasión contrada.

Ambos gemimos y gritamos, presos de una atracción imparable. Nos retorcemos entre nuestras sábanas imaginando el placer del otro; jugando con nuestra mente y disfrutando de tanta pasión en la distancia. Y estallamos, solos, sintiendo como el orgasmo distante y el propio corre por nuestras venas.

Y despertamos en el lado ocupado de la cama observando el vacío de quien nos llevó al cielo ... una vez más.

sábado, 4 de julio de 2009

12 uvas


Sentados de lado, uno frente al otro, desnudos, acabamos de preparar nuestras campanadas especiales para esta noche. La mermelada de uva, en raciones muy pequeñitas, queda repartida por 12 puntos de nuestros cuerpos. Y en este momento pones la que hace 13.

- Está fría
- Y tú, ardiendo
- No lo dudes


Nos acariciamos lentamente las zonas que quedaron libres sin dejar de mirarnos. El deseo va en aumento a medida que se acercan el momento de los cuartos.

La bola comienza a bajar. Suena el carrillón y unas sonrisas pícaras nos invaden el rostro. El corazón bombea fuerte. Muy fuerte.

Comienzan los cuartos. La excitación crece a una velocidad de vértigo. Me lanzaría sobre ti, pero acordamos respetar los tiempos. Me acerco a ti. Comienzo yo.

¡Dong! Mi lengua recorre tu cuello recogiendo a su paso toda la mermelada que encuentra. No puedo evitar cerrar la boca y propinarte un leve mordisco. Quise seguir, pero se acabó mi tiempo.

¡Dong! Tu turno en mi cuello. Eres más hábil y tienes más tiempo para recrearte en tu beso. Y qué manera de besar. Me enciendes. Sabes que las dos próximas son para mí.

¡Dong! Mi boca encierra tu pezón derecho mientras mi lengua, en un recorrido en círculo, limpia cualquier resto de confitura. Y antes de la siguiente campanada estoy en el izquierdo.

¡Dong! Un "Sshhh!!" sale de tu boca. Notas que me embalo, que te excita. Pero queremos mantener la tensión. Mis dientes no pueden evitar mordisquear tu pezón. Mi deseo, a punto de desbordar.

¡Dong! Tus dedos, tus uñas acarician mi pecho a la vez que besas y lames mi esternon. Te veo casi fuera de tu. Te huelo.

¡Dong! Vas descendiendo hasta mi vientre pero soy yo quien llega antes a tu ombligo. Me toca. Y vuelvo a morderte de nuevo. Te comería a bocados.

¡Dong! Tienes mi miembro en el horizonte, pero paras antes en mi vientre para besarme mientras tus manos se deslizan entre mis piernas.

¡Dong! Ya quedo bajo tus piernas y voy a dentellada limpia. Tu muslo izquierdo es la siguiente víctima y mis manos se aferran a tus nalgas. Mis dedos te dicen que no te soltaré bajo ningún concepto.

¡Dong! Separas mis piernas. Atacas mi ingle descontrolada. Tus manos buscan acariciar mi culo, mis muslos, ... Comienzas a perder el control.

¡Dong! Yo ya estoy casi fuera de mí. Tu muslo derecho ya queda libre de todo rastro de mermelada y mi lengua no puede estarse quieta. Voy a por tu sexo, que me llama desde hace rato. Pero debo esperar a la que hace 12 ...

¡Dong! Tu mano ya agarra con fuerza mi miembro. Duro. Enhiesto. Y tu hambrienta de tenerlo en tu boca. Pero antes limpias la otra ingle atropelladamente, deseando que llegue por fin esa última campanada.

¡Dong! Me adentro en tu cuerpo. Te saboreo. Me saboreas. La mermelada se mezcla con tu néctar y mi boca intenta calmar toda mi sed. Mi sexo se pierde dentro de ti y noto tus dientes como lo muerden. Como tu lengua lo recorre.

La gente en la Puerta del Sol grita. Nosotros gemimos, respiramos atropellados. Nuestras caderas se convulsionan y el animal que llevamos dentro en ocasiones aúlla, araña, muerde, ... No podemos dejar de darnos placer hasta que desbordamos pasión y deseo estallando en un orgasmo feroz, que aún habiendo sido breve sabe a gloria.

Luego nos besaremos y acariciaremos. Repondremos fuerzas y haremos el amor pausadamente, saboreándolo. Pero siempre recordaremos la explosión de la última campanada