viernes, 30 de octubre de 2009

Soy tuyo


Esclavízame. No preguntes.
Haz de mi cuerpo lo que te venga en gana.

Sométeme a tu imaginación; a tu lujuria.
Muéstrame el camino para satisfacer tu deseo.

Conviérteme en tu instrumento de gozo
Y extrae con él de ti hasta la última gota de placer.

Y cuando creas estar al borde del último orgasmo
Exprímeme para llevarte aún más alto.

Un poco más.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Quiero desnudarte


Quiero desnudarte.
Toda. Por completo.
Liberar tus pies de los zapatos. Despacio.
Ascender por tus piernas y desabrochar tus pantalones.
Botón tras botón abrir tu blusa. Desenfundarte.
Desenvolver el regalo de tus pechos
y descender para descubrir dónde late ahora tu corazón.

Quiero desnudarte.
Aún más. Por completo.
Zambullirme en el azul de tu mirada.
Diluirme con un beso en tu saliva.
Desvestirte en cada caricia sobre tu piel.
Penetrar en ti. Provocar que ardas
para sudarte y poder recorrer tu cuerpo entero.

Quiero desnudarte.
Todavía más. Totalmente.
Y poder observarte sin ropa.
Sin piel.
Sin armadura.

sábado, 24 de octubre de 2009

Despedida


Sus entrañas como volcán después de la erupción.
Su pecho, un mullido cojín para el reposo.
Sus ojos, brasa del más encendido deseo.
Sus manos, peines sobre su cuerpo agotado.
Sus labios, manantial fresco de vida.

Y una mirada desnuda habló
Antes incluso que sus labios.
Una caricia en su rostro
Trajo la primera ola de frío.
Tres palabras le helaron el vientre
Y congelaron el resto de su cuerpo.

No volveré. Adiós.

viernes, 23 de octubre de 2009

Prefiero imaginarte a verte



Prefiero imaginarte a verte.
Tu mirada atenta a la pantalla,
tu sonrisa pícara cuando piensas
que quieres que te excite, y me lo dices.

Prefiero imaginarte a verte.
Tu respiración a leer mis palabras,
tus dientes acariciando tus labios
preparándolos para un maltrato posterior.

Prefiero imaginarte a verte.
Tu mano descubriendo tus muslos,
tus dedos buscando un placer
reflejado en los párpados que cubren tus ojos.

Prefiero imaginarte a verte.
Tus peticiones hechas aliento ardiente,
tus suspiros pronunciando mi nombre
entrecortados por oleadas de placer.

Prefiero imaginarte a verte.
Tu cuerpo al borde del orgasmo,
la pasión desbordante en tus ojos
que me arrastra contigo al abismo.

Prefiero imaginarte a verte.
Aunque lo que quiero es tocarte,
saborearte,
oírte,
olerte.

Sentirte.

jueves, 22 de octubre de 2009

El manjar de tu cuerpo



Te propones sacarme de mis casillas. Te estiras sobre la mesa del comedor, con ese vestido negro corto. Al principio sólo suspiras. Mueves la cabeza hacia los lados y suspiras. Tus ojos cerrados me advierten que ya imaginas, y yo delante tuyo no puedo hacer otra cosa que admirar el espectáculo.

Tus manos acarician tu vientre. Te quema. Me tienes al lado y deseas que sea yo quien te acaricie; o quien te arranque la ropa; o quien te tome y te folle de manera salvaje. Tu excitación aumenta. Ahora unos dedos siguen el curso descendiente de tus rodillas a tu sexo, mientras que otros llegan a merodear tus pechos. Pero no debes tocarlos. Ese no es el trato. Así que decides desnudarte y mostrarme tu cuerpo de ángel poseído por el demonio.

Tus piernas se abren y tus dedos rondan tu sexo sin rozarlo, sólo para mojarse un poco en la piel que y empapaste. Te los llevas a la boca y, al verte, mi mano no pudo hacer otra cosa que aprisionar mi sexo fuertemente. Emití un gemido claro y audible que provocó otro en ti. Volviste a empaparte de ti y alargaste tu mano hacia mí diciendo:

Ven. Ven a mí. Ven ya

Me acerqué a tus dedos que lamí con sumo cuidado, saboreándolos en mi boca. Mis entrañas palpitaban al ritmo de tu deseo. Admiraba esos pezones desafiantes diciéndome "cómeme". Tus manos desesperadas recorrían tu vientre y tus muslos hasta que me decidí a poseer tu pecho. Me abalancé a por él, tomándolo con ambas manos, presionándolo como si en ello me fuera la vida, lamiéndolo fogosamente, succionándolo, mordisqueándolo... Tu mano agarraba el otro pecho con furia, pellizcando tu pezón mientras con la otra acariciabas mi pelo en señal de asentimiento. Nuestros gemidos aumentaban. Mi sexo deseaba ser poseído pero... No. Eso no llegaría ahora.

Me situé al borde de la mesa y, tomándote por debajo de las rodillas, te acerqué al borde. Conmigo sentado, tus piernas abrazaron mi cuello y suspiraste. Mis labios besaban la parte interior de tus muslos. Tus manos continuaban centradas en esos pechos y mi boca ya necesitaba tu sabor, sentir tu calor...

Recorrí el contorno de tu sexo, para embriagarme antes con su aroma y después besarlo. Un beso largo que la excitación no tardó en convertir en luchas feroces de mi lengua para adentrarse en ti. Y lo hizo, de manera contundente. Tu sabor inundó mi boca que se deshacía en tu sexo mordisqueando tu clítoris tan excitado. Mi lengua revoltosa salía de ti para lamer luego el centro de tu deseo, y entonces mis dedos ocupaban su sitio. Te masturbaban sin contemplaciones, enérgicamente. Se movían en ti de forma maestra a la vez que tu clítoris descubría nuevas sensaciones cubierto por mi boca.

Deseaba que te corrieras. Que toda esta posesión de tu cuerpo te hiciera estallar de placer. Y seguí lamiéndote y masturbándote hasta hacerte llegar al cielo. Hasta que tus piernas me presionaran en pleno éxtasis en el que yo no cesaba de lamerte y darte placer. Hasta que las convulsiones de tu vientre y tus gemidos me dijeron que habías sido enteramente mía.

Hasta que viniste a besarme apasionadamente y tomaste mi miembro en tu mano, y me dijiste con actitud felina: "Deja que te ayude". Y asentí, para ofrecerme a ti en cuerpo y alma.

martes, 20 de octubre de 2009

¿Y si ...



¿Y si me esperaras vestida con una copa de vino y me ofrecieras otra a mí nada más entrar por la puerta?

¿Y si estuviera anclado a tus ojos aunque bebieras de tu copa?

¿Y si con tu mirada me desnudaras por completo?

¿Y si las copas acabaran a nuestras espaldas?

¿Y si te sentaras sobre mí y bebiera el vino de tu boca?

¿Y si tu piel ardiera al contacto con la mía?

¿Y si me dirigieras para entrar en tu cuerpo?

¿Y si la pasión, y no el vino, nos hiciera perder la cabeza?

¿Y mis labios probaran el sudor de tu piel?

¿Y si tus dientes mordieran mi cuello?

¿Y si las copas estallaran en el suelo?

¿Y si ambos nos derramáramos de placer?

…...

¿Crees que el resto del mundo nos envidiaría?

domingo, 18 de octubre de 2009

Tu aliento


Y tu aliento me poseyó. Sólo con un beso entraste en mi cuerpo y te mezclaste en mi sangre. Desde ese momento perdí en control. Mis labios se desvivían por saborear los tuyos y mi lengua comenzó a luchar con la tuya. No había razón. La mente teñida de blanco, o quizá de un rojo apasionado no podía dominar un cuerpo que sólo obedecía las órdenes de las entrañas.

Ya la boca invadía tu cuello a dentelladas cohibidas por miedo a lastimarte. Cuatro manos torpes, aceleradas, ansiosas desnudaban nuestros cuerpos a toda prisa. Calor. Necesitaba tu calor por toda mi piel y no tardé en tenerlo. Mi vientre en contacto con tuyo, tus senos contra mi pecho y el centro de mi deseo rozando tu entrepierna. Y volví a alimentarme de tu aliento que me pedía incendiar todo mi cuerpo.

Y me dejé hacer. Me abandoné a tu deseo para ser lienzo de tu arte. Disfruté de los trazos primeros de tus dedos sobre mi pecho, de cómo repasaste los contornos con tus labios en mi vientre, de la plenitud del paradisiaco paisaje reflejado en tu mirada, de la explosión de colores al poseer mi sexo en tu boca. Y todo ello acompañado de la música de nuestros gemidos y de mis caricias en tu pelo, en tus brazos, en tus manos. Manos que se entrelazaron con las mías al elevarme y hacerme volar más allá de la realidad.

Y luego, más aliento. Más de ese alimento de tu boca del que nunca hay suficiente. El que me ha convertido en un ser insaciable

viernes, 16 de octubre de 2009

Equilibrio


Busco un punto de medio
para disfrutar de una cena
y del sabor de tus pechos.

Busco el equilibrio
para adentrarme en tu alma
y tu cuerpo ardiente.

Busco igualar la balanza
y disfrutar de tu boca
risas alegres y jadeos apasionados.

Sólo busco conocerte
para admirar a la persona
poseída por el diablo que me prende.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Mi postre preferido


Lo dijiste de manera inocente al ver una noticia en la tele, como quien no quiere la cosa. “A mí me ponían chocolate caliente en el pecho para aliviar los ataques de asma”. Pero tu mirada tornó tu rostro siempre angelical, y sólo por un segundo, en la cara de una diablesa hambrienta de mí. Nada más decirlo ya te estaba imaginando estirada en la mesa de mi comedor vestida con ropa interior blanca y con una venda del mismo color cubriendo tus preciosos ojos negros.

¿A esta temperatura te gusta?

Introduje mis dedos índice y corazón en la jarra que empuñaba con mi mano derecha y los deslicé, ya cubiertos de dulzor amarga, por tus labios. Tu lengua salió a recibirlos con el único objetivo de provocarme y excitarme aún más si era eso posible. La temperatura era lo de menos porque ya sabías que, fuera la que fuera, nunca podría superar la tuya.

Dibujé un círculo marrón, casi negro, alrededor de tu ombligo. Tú respiraste hondo e inmediatamente mi boca hizo que desapareciera el chocolate que acababa de verter sobre tu vientre.

Pero... no es ahí donde te lo ponían, ¿verdad?

Así que dejé caer un charco en el pecho, por debajo de tu cuello y entre tus senos. Posé la jarra en la estantería, me senté sobre ti y repartí el chocolate con mis manos. Primero por toda esa piel que mostrabas, masajeando suavemente hasta tus hombros y tu cuello. Luego, deslizándome bajo tu ropa interior, sin quitártela. Cubriendo tus senos y sintiendo esos pezones desafiantes entre mis dedos. Y una vez terminé, fueron mi lengua y mis labios los que se encargaron de limpiar el estropicio provocado por mis torpes manos que, esta vez sí, decidieron descubrir tus pechos ahora más dulces que de costumbre. Fue una tarea complicada, porque a mis lametones y succiones le seguían caricias que volvían a impregnar de chocolate tu piel, y yo... no podía permitir que quedara ni una sola gota sobre ella. Mis manos y boca tropezaban, y tu aliento parecía más excitado por momentos, quizá debido al ligero roce de nuestros sexos.

Decidí coger de nuevo el chocolate y regar ahora entre tus piernas. El contraste del blanco y el negro resultaba tan apetitoso, que no lo pensé un instante y me abalancé a saborear todo lo que me ofrecías. Tus gemidos eran ahora mucho más audibles, y el deseo desmedido te desbordó haciendo que no pudieras seguir dejando que fuera yo el único encargado de dar placer.

Te levantaste, ya a ojos descubiertos, y me besaste apasionadamente a modo de relevo. Tomaste la jarra de mi mano para pasar tú a dominar la situación y quedar sobre mí teniendo una visión privilegiada de mi miembro totalmente enhiesto, pasando a estar yo bajo el cielo de tus nalgas. Comencé a acariciarte los muslos a la vez que tú me atrapaste con una mano y tu lengua comenzó a recorrerme de abajo a arriba y, una vez me encumbraste, comencé a sentir cómo el calor húmedo y amargo me cubría. Vertías chocolate sin fin mientras lamías, y lamías, y lamías... Y yo no podía detenerme y, entre gemidos, buceaba entre tus piernas para saborear de ti los restos de chocolate que traspasaron tu tanga y que buscaba tan profundamente como me era posible.

Y seguimos así hasta no dejar una gota. Hasta saciar tanta hambre que teníamos. Hasta saber que el otro había quedado totalmente satisfecho. Hasta entregarnos del todo y sentirnos llenos.

lunes, 12 de octubre de 2009

Hambre de deseo



Hoy abro de nuevo la caja de Pandora
y mi piel vuelve a cubrirse con tu otra piel.
Mi nariz vuelve a rozar tus pechos
y mi vida se detiene para estar contigo.

Al morder la costura del fino camisón
tu sabor inunda mi boca. Me calas.
Al inspirar hondo tu aroma me penetras
y siento como tu sudor acaricia mis poros.

Muero. Mi corazón se detiene al besarte.
Mi alma se eleva al tenerte en mi aliento.
Tu perfume me envuelve, me enloquece
y provoca mis suspiros entre tus piernas.

Y revivo en el vacío, desesperado.
Lleno de ti y en ausencia de tu cuerpo
recordando tus palabras, tan vivas:
"Nunca nadie me había hecho sentir tan mujer como tú"